Los últimos años no nos engañan más. Son como aquel reencuentro con un amigo lejano que dice haber estado de vacaciones y realmente estuvo en el penitenciario de Soto del Real tras una mala praxis latinoamericana truncada a su llegada al Adolfo Suárez Madrid-Barajas.
Nos han engullido y defecado mucho peor que cuando nos compraron en el mercado y cada vez se escucha a más gente decir: “no sé de qué estoy hablando”. Las nuevas modas nos dejan acceso sencillo al sexo y el amor ya es un complemento de lujo. Casualmente llega antes una pizza que una ambulancia. La policía es una pandilla retadora y perder el móvil es morir sin dignidad alguna.
Las playas se llenaron de furtivos de la justicia en busca de olas para el bienestar. De un modo u otro es la única cosa que nos interesa a todos y en todo momento. La forma de huir del mundo en busca de olas sabiendo que la ropa y su coche determinan el valor de una persona y mentir es lo lógico ya que la traición es de inteligentes
Como la historia de amor de Lagwagon o las vidas de “El Jaro” y “El Pirri”, los surfistas han vuelto a las calles con un instinto demoledor relatado estos días por un conocido surfista local gallego.
“Nací en los 70 crecí en los 80 y fui adolescente en los 90. La sensación de falta de libertad, pobredumbre intelectual, y falta de valores sociales que estamos viviendo ahora ni de lejos la viví, ni sentí en estas décadas. Vamos mal, fatal. (Pausa para trago largo a lata de cerveza tibia y doble calada a cigarro industrial).
En los 80 teníamos un gran problema con la heroína en mi barrio, niños y niñas de familias desestructuradas en los arrabales trabajando a muy temprana edad sin control y sin apoyo para culturizarse o estudiar. Cada generación ha tenido muros y penurias, pero el surf no se toca“
Vivimos en un continuo expediente Waeny donde los humanos somos tan egoístas que es necesario mostrar recompensas en otras vidas para hacer el bien en ésta. Dejar de escribir fue la mejor opción para el lector. Lo único que ha mejorado tras la pandemia es la actitud de Medina y el Pipe Masters de Kelly, en tiempos de paz fue el sueño de una noche de verano haber disfrutado del carisma del surf en los 90.
En la transcendencia de no renunciar a algo bueno por algo excelente se nos escurren los días privados de surf y felicidad redonda. Por ello existen egoístas de las olas, ratas sin escrúpulos que solo su ansia vale en el pico. Como que el necio odia al hombre sabio, el pobre odia al rico, el cobarde envidia al héroe y el tipo incompetente no tolera al virtuoso.
En el maravilloso mundo de las olas todo es reflejo de la sociedad. El que te grita en un semáforo te salta las olas y te mira mal por no ser exactamente su pueblo colindante con esa villa que mira a aquella aldea pero después quiere usar el aeropuerto donde vive el de la ciudad y venderle las lechugas.
La noche es más fresca. Poco surf se hace de noche. Te levantas al baño de madrugada a soltar aguas amarillas y cuando regresas al nido están todas tus patologías mentales y problemas esperándote en fila para poder hablar contigo hasta el amanecer.
Se dice que dejas de ser joven cuando te gustan las manzanas. El bacon es para todos pero el surf no, y ahí se polariza. El surfing te hace adulto cuando eres niño y niño cuando eres adulto.